El Buey y la mula cuento de Navidad

“LA MULA Y EL BUEY 2012”
Luis Munilla, sds
Resulta que a primeros de diciembre de este año, la mula y el buey, sin comerlo ni beberlo, se vieron en las primeras páginas de todos los periódicos y cadenas de televisión desde el New York Times, pasando por Globovisión hasta “El Correo del Orinoco”. Se sintieron super-estresados, ya que, según los rumores, en los que no coincidían todos los medios de comunicación, el papa Benedicto XVI había escrito un libro en el que negaba la existencia de nuestros dos inseparables amigos del Santo Establo.
La mula y el buey, por su parte, se encontraban todavía en Venezuela desde el año pasado ya que actuaron de forma especial en la parroquia San Luis Gonzaga de Chuao. Habían aprovechado el año para conocer todo el país. Habían comido los mejores pastos del Avila, de Mochima y de todos los parques naturales del país. Habían recorrido desde los médanos de Coro hasta la Gran Sabana, y, pasando por Cabruta, habían visitado incluso los Palafitos de Maracaibo. En este tiempo les ocurrieron bastantes contratiempos: casi perecen en la tragedia de Amuay, en el puente de Cupira y en los huecos de la Autopista del Centro, e incluso en una ocasión, casi se ahogan en el lago de Valencia.
Pero, por otra parte, habían aprendido mucho, sobre todo en Caracas, donde todos los días hay marchas, protestas, manifestaciones, y todo tipo de reivindicaciones.
Así que, ni cortos ni perezosos, después de comprar un megáfono en el San-Bill (que para eso tiene nombre de Santo y pensando que los artefactos ahí eran mejores), se montaron en el primer avión de Alitalia y se fueron directamente al Vaticano.
Llegaron, las 11 de la noche, y como era invierno ya no había nadie en las calles. Instalaron su megáfono y se pusieron a rebuznar y a mugir a todo volumen, en dirección a la ventana iluminada del Vaticano, donde todavía el Papa no estaba durmiendo. El ruido era tan infernal, que enseguida apareció un guardia suizo para llamarles la atención y les preguntó el porqué de su escándalo. Le dijeron, que querían hablar personalmente (es decir: animalmente) con el Papa, que bajara a la plaza de San Pedro a escucharlos, porque –cónchale–, les tenía muy ofendidos.
El guardia suizo les dice: “pero con semejante escándalo ¿cómo quieren que baje el Papa?”.
Sí, dice la mula, queremos que baje él en persona, o no nos moveremos de aquí en todo el mes. Muy educado el guardia suizo, avisó por el interfono a la antecámara del Papa. A la media hora bajó un monseñor vestido completamente de rojo, desde los zapatos hasta la coronilla pasando por todos sus “exteriores” (quien escribe este cuento debe aclarar, que los monseñores no pertenecen a ningún partido político, pero se visten siempre de rojo por su dignidad y para que se les vea de lejos).
Todo inútil, el citado monseñor tuvo que regresar directamente a donde el Papa a explicarle: si su santidad quiere dormir esta noche y las siguientes, es mejor que baje a hablar con esos irreverentes animales que están allá abajo.
Bien abrigado el Papa, con sobrepelliz blanca, zapatos blancos, bufanda blanca, y gorro y orejeras rojas, bajó por la puerta de atrás, para que no se enterara nadie, a dialogar con los tozudos animales.
– Buenas noches, hermanos animales, ¿qué concierto tan raro es éste? A qué se debe su escándalo?
– Estamos muy molestos con Su Santidad, replica la mula, porque usted acaba de escribir un libro de “La Infancia de Jesús” contra nosotros, y nos han dicho, que usted no quiere que “ya más nunca” se pongan la mula y el buey en los nacimientos.
– No, no se trata de eso, mi libro simplemente es un estudio bíblico.
– Diga lo que quiera, pero estamos muy bravos, y si no corrige lo que ha dicho, le vamos a demandar ante la Sociedad Protectora de Animales, y vamos a pedir incluso hasta “salarios, aguinaldos y villancicos caídos” desde el año uno de nuestra era, hasta el año 1220 en que San Francisco de Asís nos colocó por primera vez en el portal de Belén en la población de Greccio.
– Un poco terca parece usted, señora mula, pues les estaba explicando, que lo único que he querido decir, es que en los Evangelios, no aparece ni la mula ni el buey, y que posiblemente el incluirlos en los pesebres, se debe solamente a la devoción popular y no a la historia.
– Pues hable usted claro, pues casi todos los católicos están en huelga y exigen que se ponga en el portal de Belén la mula y el buey como siempre.
– Yo no he dicho, que no pongan la mula y el buey. Pueden seguir poniendo la mula, el buey, las ovejas, las cabras, las gallinas, y si quieren incluso hasta un rabipelao. Eso pertenece a la devoción popular y no a la historia.
– Pues sí que los pondremos. Además, usted debe saber, que en esa época no existía carros, ni mototaxis, y que el medio normal de locomoción era a lomos de mis antepasadas las mulas. Así que la mula que estaba en el portal debió ser una de mis bisabuelas con toda seguridad, pues San José, tan bueno como era, seguro que no despidió a la mula, después de todo lo delicada que fue cargando a su señor la Virgen Santa.
– Y tenga cuidado Su Santidad con lo que escribe, añade el buey. Pues hemos estado a punto de provocar una crisis mundial de Nacimientos este año. Además, el que no aparezcamos nombrados en el Evangelio, no quiere decir que no estuviéramos allá. Tenga en cuenta, Santo padre, que en la creación del mundo Dios creó primero a los animales y sólo después creó a los hombres, y al poco tiempo, casi se arrepintió de haberlos creado. Así que, estará mal que se lo recuerde un buey, pero usted casi «mete la pata».
– Tiene razón hermano buey, tengo que investigar si Dios creó a la mula y el buey y si aparecen bíblicamente en el Antiguo Testamento, o si son un producto de la evolución de las especies animalísticas.
Toda la noche pasaron en amistosa discusión. Incluso el Papa mandó que les extrajeran un poco de alfalfa y de paja para que se alimentarán. A su vez, para él pidió un “amaretto” para aguantar el frío de la noche. Ya cuando clareaba el alba, el Santo padre se retiró a sus aposentos, cansado y satisfecho, pues había conseguido vencer la terquedad de la mula y el sueño del buey.
Éstos por su parte, nada más que abrió el primer “ristorante” de la “Via della Conciliazione”, para recibir a los primeros turistas japoneses, entraron a calentarse y tomar un capuchino. (Hay que aclarar que del Japón siempre hay turistas en Roma, pues como no caben en una isla tan pequeña, su gobierno les paga viajes a Roma para que no ocupen espacio en la isla).
Desde el ristorante, el buey en seguida envió un Mail a todo el mundo y la mula varios “pines” con el siguiente contenido: «amadísimos hermanos animales: tras una larga y animada conversación con el Santo Padre, podemos comunicarles la decisión, de que podemos seguir acompañando al niño Jesús, la Virgen y San José en todos los establos de Belén que se hagan en el mundo. Por ello retiramos nuestras exigencias y reivindicaciones salariales, y seguiremos humildemente dando calor a los santísimos habitantes del Portal de Belén». Así que vayan calentando sus voces y ensayando los aguinaldos.
***
Y por favor pedimos a todos los presentes que han escuchado este cuento, que sigan por Twiter en “@lamula_yelbuey” las reacciones que ya están llegando desde hace días sobre este importantísimo asunto, que saltó a la palestra a primeros de diciembre pasado.
Feliz Navidad a todos!!!


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