SERVIR, acoger, escuchar, compartir la causa de los ultimos

Queridos hermanos:
No se cuando, pero parece inminente, que asumiré poco a poco la parroquia del Divino Salvador en Madrid, en el barrio de Monte Carmelo. Quisiera como S. Agustín decir: Con ustedes, con vosotros quiero ser un hermano y compañero de camino en la siembra del Reino, para vosotros un servidos que desde la acogida, la escucha y la humildad sepa acercar al pueblo de Dios a Jesús, » dejarle actuar a El», y conociendo, amando y proclamando a Jesús como el UNICO SALVADOR Y LIBERADOR DE TODAS LAS ESCLAVITUDES, vayamos construyendo su Reino, desde la justicia, la igualdad, el respeto, la compasión y la cercanía con los últimos al estilo de Jesús. Lo demás se dará por añadidura.
Me uno a estas palabras del Papa Francisco, para que nuestras parroquias sean centros de acogida para TODOS.

Los conventos vacíos no le sirven a la Iglesia para transformarlos en hoteles y ganar dinero. Los conventos vacíos no son nuestros, son para la carne de Cristo que son los refugiados». Lo dijo el Papa Francisco durante la visita al Centro Astalli, el lugar que se encuentra en el corazón de Roma que acoge, nutre y ayuda a los refugiados. En este centro de acogida se ofrece apoyo desde hace más de treinta años a las personas que llegan a Italia huyendo de guerras, violencias y torturas.

Para Francisco esta cita era muy importante, y continúa en cierto sentido su visita a la isla de Lampedusa: tal y como indica la más antigua tradición del obispo de Roma, los pobres y los perseguidos representan una de sus mayores preocupaciones. Francisco llegó al Centro Astalli a las 15.25 hrs., a bordo de un Ford Focus azul, sin escolta y sin secretario. El Papa saludó afuera de la estructura a muchos de los que estaban esperando su comida. Después entró al comedor y se acercó a los huéspedes que estaban comiendo; se quedó platicando con unos veinte refugiados durante unos momentos. Escuchó sus terribles historias, particularmente conmovedora la de Carol, siria. Subrayó algunos episodios de lo que había escuchado y afirmó que la integración «es un derecho».

Después de un breve momento de oración en la capillita del Centro Astalli, y después de haber saludado a todo el personal (le ofrecieron incluso un poco de mate) el Papa se dirigió a la Iglesia del Jesús que se encuentra a pocos pasos, en donde se reunió con 250 voluntarios que ofrecen sus servicios en cuatro centros de acogida de los que se ocupa el Servicio de los Jesuitas para los Refugiados.

«Servir, ¿qué significa servir? Servir -explicó Francisco- significa acoger a la persona que llega, con atención; significa inclinarse hacia los necesitados y tenderles la mano, sin cálculos, sin temor, con ternura y con comprensión, como se inclinó Jesús para lavar los pies de los apóstoles».

«Servir significa trabajar al lado de los más necesitados, establecer con ellos sobre todo relaciones humanas, de cercanía, vínculos de solidaridad». Solidaridad, añadió Francisco, «esta palabra que espanta al mundo más desarrollado. Tratan de no pronunciarla. Es casi una grosería para ellos. ¡Pero es nuestra Palabra! Servir significa reconocer y acoger las peticiones de justicia, de esperanza y buscar juntos caminos, vías concretas de liberación».

«Para toda la Iglesia -continuó Francisco- es importante que la acogida del pobre y la promoción de la justicia no sean confiadas solo a «especialistas», sino que sean una atención de toda la pastoral, de la formación de los futuros sacerdotes y religiosos, del compromiso moral de todas las parroquias, los movimientos y las agregaciones eclesiales».

Francisco después pronunció palabras muy fuertes, al invitar a las congregaciones religiosas a no mantener los conventos vacíos. «En particular (y esto es importante, pues lo digo desde el corazón), en particular también quisiera invitar -dijo Bergoglio- a los Institutos religiosos a leer seriamente y con responsabilidad este signo de los tiempos. El Señor llama a vivir con valentía y generosidad la acogida en las comunidades, en las casas, en los conventos vacíos…».

«Queridos religiosos y religiosas -añadió- los conventos vacíos no le sirven a la Iglesia para transformarlos en hoteles y ganar dinero. Los conventos vacíos no son nuestros, son para la carne de Cristo que son los refugiados. El Señor llama a vivir con generosidad y valentía la acogida en los conventos vacíos. Claro, no es algo fácil, se requiere criterio, responsabilidad, pero también se requiere valentía. Hacemos mucho, pero tal vez hemos sido llamados a hacer más, acogiendo y compartiendo con decisión lo que la Providencia nos ha dado para servir».

«Superar la tentación de la mundanidad espiritual -concluyó el Pontífice- para estar cerca de las personas simples y, sobre todo, de los últimos. ¡Necesitamos comunidades solidarias que vivan el amor de manera concreta! Cada día, aquí y en otros centros, muchas personas, principalmente jóvenes, se ponen en fila por una comida caliente. Estas personas nos recuerdan los sufrimientos y los dramas de la humanidad. Pero esa fila también nos dice que es posible hacer algo, ahora, todos. Es suficiente llamar a la puerta y decir «Aquí estoy. ¿Cómo puedo dar una mano?»».


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