Con la ayuda de un amigo español, que vive y estudia con los Franciscanos, tuvimos la hermosa oportunidad de estar en el Santo Sepulcro desde las 7 de la noche hasta las 2 de la mañana. A las 7 de la noche vimos el rito de cerrar las puertas. Ahí quedamos para vivir una experiencia única en la vida.
Comenzamos haciendo oración personal y reflexionar los textos de la Pasión al pie de la Cruz. Ahí en el lugar de la crucifixión, se sentía el Gran amor de Dios en su hijo Jesús para toda la humanidad. Los misterios del Rosario iluminaban esta experiencia de entrega, de sacrificio, por amor. Aceptar el “querer de Dios” desde la Cruz, (Jn 19,28-30) ofreciéndose a El; descubrir el costado abierto de Cristo por la humanidad sufriente, por los hambrientos, por tantos hombres y mujeres en sufrimiento, me hacía sentir con claridad, que hay que saber “morir” a tantos caprichos, ideas, actitudes egoístas y mediocridades, a tantas cosas que nos impiden sentir, vivir y dar el amor de Dios a la humanidad.
Hay que “morir para “Vivir”. Dejarse en las manos del Señor. Dejar que El haga su obra en nosotros y en nuestras actividades apostólicas y de cada día. Saber descubrir que “las grandes obras nacen a la sombra de la Cruz” cuando sabemos morir a todo aquello que nos impide “Dar la vida” en humildad, sencillez, sacrificio, pobreza, pureza de corazón, como lo hizo María .Jn 19,(25-27)
Saber descubrir el amor de Dios estando como María al pie de la Cruz de todos los que sufren. Descubrir con claridad, que ahí donde hay caídas, miserias, pecado, dolor, aparece María para darnos el consuelo, el apoyo, la fortaleza y la fe que necesitamos en esos momentos. Y sin olvidar que Jesús, desde el perdón a sus enemigos, toca el corazón del Buen ladrón, de los soldados y de toda la humanidad que no cree posible el amor desde el perdón incluso a los enemigos. Luc,23,34..
Estar, contemplar, guardar silencio y escuchar al Señor resucitado, vivo en medio de nosotros es lo que se siente al orar, reflexionar y meditar los textos bíblicos de la Resurrección,, “ No está aquí ha resucitado” Cuando sabemos “ dar la vida” por amor, descubrimos la frase del Señor: “ el que no muere, como el grano de trigo, no da frutos” y “ el que quiera ganar su vida la perderá”..Pero el que la entregue por mi causa se salvará, tendrá vida para darla a los demás. Mt 16,24-26; Jn 12,24-26.
Recorrer la basílica en ese silencio de la noche, meditando los misterios Luminosos, me hacía descubrir nuestra misión como Cristianos, seguidores de Jesús. “Este es mi hijo amado: Escuchadle” No hay duda que al leer, reflexionar, orar los textos bíblicos del Bautismo de Jesús, la invitación es clara: escuchar al Señor en nuestro corazón. Escuchar “el querer de Dios” en tu vida y de nuevo ante las dificultades ver a María actuar, intervenir, ayudar: “haced lo que El os diga”. Recibir la Palabra, vivirla y darla para que la buena noticia llegue a los corazones y mentes de toda la humanidad. Solo así podéis transfiguraros, hacer un camino de conversión al Señor y celebrarlo con gozo y amor entregado, sacrificado y gratuito en la Eucaristía, para ser al salir: Testigos de Esperanza.
Y el Señor nos habló: en la noche, en oración, en silencio, con los oídos atentos, el Señor habló: “No me habéis vosotros elegido, sino que yo os he elegido, y os he destinado, para que vayáis y deis fruto “…Jn 15,16-18.
Romanos 5,20-21.
Nos invitaba el Señor a la esperanza, Romanos 15,13, a recibir la fuerza del Espíritu Santo, para ser Testigos gozosos, auténticos y fieles de la resurrección
Hechos de los apóstoles 1,8 y anunciarlo sin miedo, con valentía, en todo momento sabiendo que El estará siempre con nosotros MT 28,19-20.
Una gran misión que el señor nos encomienda a todos los que queremos de verdad seguir a Jesús y sembrar su reino especialmente entre los empobrecidos.
A partir de las 11 de la noche abrieron las puertas y comenzaron a entrar hermanos ortodoxos Griegos, Armenios, Coptos y Etíopes para realizar con orden sus celebraciones. La Basílica se fue llenando de gente, para celebrar la Resurrección del Señor y nosotros la Fiesta de Cristo rey del universo. También los Franciscanos y nosotros unidos a ellos realizamos los laúdes y adoración del Santísimo hasta la 1 de la Mañana. Luego comenzaban los ortodoxos con su celebración dominical.
Una experiencia plural, diversa y con un sentido de unidad en la Fe en el mismo Dios y en su enviado Jesucristo.
Un abrazo
Chema sds.
Hay que “morir para “Vivir”. Dejarse en las manos del Señor. Dejar que El haga su obra en nosotros y en nuestras actividades apostólicas y de cada día. Saber descubrir que “las grandes obras nacen a la sombra de la Cruz” cuando sabemos morir a todo aquello que nos impide “Dar la vida” en humildad, sencillez, sacrificio, pobreza, pureza de corazón, como lo hizo María .Jn 19,(25-27)
Saber descubrir el amor de Dios estando como María al pie de la Cruz de todos los que sufren. Descubrir con claridad, que ahí donde hay caídas, miserias, pecado, dolor, aparece María para darnos el consuelo, el apoyo, la fortaleza y la fe que necesitamos en esos momentos. Y sin olvidar que Jesús, desde el perdón a sus enemigos, toca el corazón del Buen ladrón, de los soldados y de toda la humanidad que no cree posible el amor desde el perdón incluso a los enemigos. Luc,23,34..
Estar, contemplar, guardar silencio y escuchar al Señor resucitado, vivo en medio de nosotros es lo que se siente al orar, reflexionar y meditar los textos bíblicos de la Resurrección,, “ No está aquí ha resucitado” Cuando sabemos “ dar la vida” por amor, descubrimos la frase del Señor: “ el que no muere, como el grano de trigo, no da frutos” y “ el que quiera ganar su vida la perderá”..Pero el que la entregue por mi causa se salvará, tendrá vida para darla a los demás. Mt 16,24-26; Jn 12,24-26.
Recorrer la basílica en ese silencio de la noche, meditando los misterios Luminosos, me hacía descubrir nuestra misión como Cristianos, seguidores de Jesús. “Este es mi hijo amado: Escuchadle” No hay duda que al leer, reflexionar, orar los textos bíblicos del Bautismo de Jesús, la invitación es clara: escuchar al Señor en nuestro corazón. Escuchar “el querer de Dios” en tu vida y de nuevo ante las dificultades ver a María actuar, intervenir, ayudar: “haced lo que El os diga”. Recibir la Palabra, vivirla y darla para que la buena noticia llegue a los corazones y mentes de toda la humanidad. Solo así podéis transfiguraros, hacer un camino de conversión al Señor y celebrarlo con gozo y amor entregado, sacrificado y gratuito en la Eucaristía, para ser al salir: Testigos de Esperanza.