Colombia, esperanza de vida solidaria

El Obispo Tulio Duque, Salvatoriano Colombiano nos cuenta su experiencia Pastoral y los signos de que la Solidaridad puede cambiar este mundo. GRACIAS TULIO.

EXPERIENCIA PASTORAL EN UNA ZONA DE CONFLICTO
En el año de 1995, el Santo Padre Juan Pablo II, me nombró Administrador Apostólico de la Diócesis de Apartadó, en reemplazo del bien recordado Mons. Isaías Duarte Cancino. Poco más tarde, el Papa, me nombró Obispo Diócesano de la misma. En total fueron 6 años de mi trabajo pastoral en la Zona de Urabá.
Cuando llegué a la zona se respiraba un ambiente de violencia, de guerra debido al conflicto armado.
Los primeros 4 años fueron muy difíciles por los enfrentamientos entre la guerrilla y los paramilitares.
En 1995, al otro día de haber llegado a la zona, día en que se despedía Mons. Isaías se dió la masacre de “Bajo el Oso”, con más de 30 campesinos muertos. En los años siguientes otras muertes individuales y colectivas, en La Chinita, San José de Apartadó, Currulao, Turbo, San Pedro de Urabá y Pueblo Bello.
El ambiente que se respiraba era muy pesado y las gentes, callaban y sufrían, con la esperanza que un día las cosas podrían ser mejores
Al lado de las muertes violentas, se presentó otro fenómeno, el desplazamiento masivo de campesinos del Urabá Chocoano, especialmente de Riosucio, Curvaradó y Cacarica. El primer grupo de unas 1.500 personas se tomó a Turbo y se ubicaron en el Coliseo. Meses más tarde el Ejército detuvo en Pavarandó un grupo de desplazados de la misma zona, un total de 4.500 de campesinos, entre ellos muchos niños y mujeres embarazadas.
Cuál fue entonces la respuesta de la Iglesia Particular de Apartadó, ante estos problemas sociales que eran bien sentidos, no solo en la región sino también en toda Colombia.
Ante todo hay que reconocer la extraordinaria labor pastoral, especialmente en lo social, de Mons. Isaías Duarte Cancino. Traté de continuar en la misma línea aprovechando algunas de sus obras.
Por medio de la Pastoral Social y de Caritas afronté las nuevas situaciones, que se iban presentando. Menos mal que encontré un clero bien comprometido con las necesidades de sus gentes y entre Ellos dos Padres bien conocedores del conflicto armado y que fueron mis inmediatos asesores, los Padres Hernando David y el Padre Leonidas Moreno, este último era Director de Caritas Diocesana y de la Pastoral Social.
La Diócesis no tenía suficientes recursos para atender a tantas personas y familias necesitadas, por esto comenzamos a buscar ayudas en instituciones nacionales e internacionales, afortunadamente la respuesta fue muy positiva. Dos Embajadas, la de Holanda y la de España, lo mismo que varias ONGs extranjeras, especialmente de Europa, como Médicos del Mundo, Médicos sin Fronteras, Agnur, Misereor, Caritas Francesa y otras se mostraron muy generosas en recursos económicos y con personal que hicieron presencia en la zona. La Conferencia Episcopal Colombiana, en la sesión de Pastoral Social, bajo la responsabilidad de Mons. Héctor Fabio Henao, nos acompañaron en todos nuestros procesos y nos suministraron también ayuda económica y de investigación. También la Comisión de Justicia y Paz de la Conferencia de Religiosos de Colombia hizo una gran labor cristiana con su acción y presencia en el Coliseo de Turbo y en la Comunidad de Paz de San José de Apartadó y en la zona del Cacarica.
Con los desplazados de Pavarandó, tuvimos un trabajo muy destacado, en el cual nos colaboraron las instituciones ya mencionadas y el Ejercito Nacional que hizo presencia sobre todo en la vigilancia permanente.
Para tener un trabajo más eficaz y organizado con tantas familias, comenzamos a organizarlos por grupos y en esta forma era más fácil distribuir los mercados, atenderlos con medicinas y demás enseres. De ahí nació la idea de formar pequeñas comunidades, con reglamentos y normas propias, lo logramos con la constitución de las bien conocidas “COMUNIDADES DE PAZ”. Un 4 de Octubre, fiesta de San Francisco de Asís, con la presencia de Embajadores y de representes de las ONGs, proclamamos las primeras 49 Comunidades de Paz, con el nombre del Seráfico de Asís.
Uno de los propósitos de la Diócesis era preparar un regreso de los desplazados a la región de origen. Lo primero fue crear conciencia en las comunidades de la necesidad de regresar, luego se consiguieron los recursos necesarios para pagar los gastos de transporte, comida y otros y cuando creímos que era el momento de realizar este sueño, lo iniciamos desde Pavarandó, pasando por Turbo hasta dejar las 49 Comunidades de Paz, en las veredas de Riosucio y Cacaríca.
Gracias a Dios, al Padre Leonidas y las Instituciones que nos colaboraron, el regreso fue perfecto sin un percance, sin ningún herido ni muerto. Fue todo un éxito. Una cosa fue muy positiva, al volver a sus lugares de origen, pues las Comunidades siguieron con la organización que traían desde Pavarandó. Posteriormente se formaron otras Comunidades de Paz en Curvaradó. Fue algo muy positivo que ayudó a las buenas gentes del Chocó.
En todos estos procesos con los desplazados queremos destacar la bella labor pastoral de los Padres Claretianos de la Parroquia Nuestra Señora del Carmen de Riosucio, quienes estuvieron siempre en coordinación con la Pastoral Social de la Diócesis atendiendo y acompañando a sus feligreses desplazados.
El Gobierno Nacional, cuando era Presidente el Dr. Ernesto Samper reconoció el trabajo pastoral que estaba realizando la Diócesis, en medio del conflicto, y le otorgó el Premio “Luis Carlos Galán”, que consistió en un cheque por 100.000.000 de pesos colombianos. Este dinero se destinó a la construcción de un Colegio Diocesano en la población de San Pedro de Urabá.
No todo fue conflicto y guerra, también nos dedicamos a algo que era muy importante en la zona del Urabá Antioqueño, y que respondía a una gran necesidad social y familiar; la educación en las poblaciones de Apartadó, Carepa, Chigorodó, Currulao, Necloclí, San Pedro de Urabá y Arboletes.
Cuando el Dr. Alvaro Uribe, era gobernador de Antioquia le pidió a la Diócesis de Apartadó que le atendiera estudiantes de primaria y secundaria, y a campesinos en el programa SAT, en los colegios diocesanos, con contratos conocidos en su gobierno como “COBERTURA EDUCATIVA”.
Iniciamos estos programas con unos 600 niños y niñas, y poco a poco esta cifra fue creciendo, hasta llegar a 7.000 alumnos atendidos en nueve colegios de la región, algunos de ellos propiedad de la Diócesis. Fue un trabajo tan bien coordinado y que dio tan buenos resultados, que los gobernadores de turno de Antioquia hasta hoy, continúan apoyando estos programas de educación.
Otro trabajo pastoral interesante con indígenas y campesinos fue la construcción de dos Escuelas en resguardos indígenas y la distribución de tierras en Tanela, en la región de Santa María la Antigua del Darién. Después de una buena selección de campesinos pobres que se quisieran comprometer en la siembra del plátano, se les entregaba una parcela con todos los requisitos jurídicos. Para que ellos tuvieran la seguridad de poder vender sus cosechas, entramos en diálogo con la empresa Probán y nos prometió que compraría todo el plátano que produjeran. Hoy en día da gusto ver esas familias con su casita y sus hectáreas sembradas de plátano y sin problemas para venderlo.
Otra obra bien conocida, como respuesta de Iglesia en Urabá, es la FUNDACION COMPARTIR, que nació por iniciativa de Monseñor Isaías Duarte y de las Hermanas Dominicas de la Presentación. Esta obra fue creciendo en toda la zona y como no tenía un respaldo jurídico, nos propusimos crear una FUNDACION ECLESIASTICA con el mismo nombre, entre la Diócesis y la Congregación de las Hermanas Dominicas de la Presentación.
Desde el inicio se nombró como directora y representante legal a la Hermana Carolina Agudelo, religiosa de la Presentación, líder dedicada totalmente al trabajo social con las viudas que dejó el conflicto en Urabá. La Fundación creció tanto, que ya se encuentra en las principales poblaciones de Urabá y ha sido reconocida nacional e internacionalmente y, por esta razón, ha recibido varios premios por su extraordinario trabajo social cristiano.
Uno de los objetivos es promover a la mujer y a la familia, desde la educación y el trabajo, por esto la Fundación no tiene carácter asistencialista, sino más bien formativo y comunitario. Unos 20 años haciendo el bien en nombre de Cristo y de la Iglesia.
Cuando fui nombrado Obispo de Pereira, al despedirme de Urabá lo hice con alegría de haber servido 6 años en esa zona tan probada en el sufrimiento y en dolor por tantos años. Menos mal que ahora soplan otros vientos. Dios Bendiga Urabá y sus gentes.

+Tulio Duque Gutiérrez, SDS
Obispo Emérito de Pereira.

ARTICULO QUE SALIO EN LA REVISTA VIDA NUEVA DEL 20 DE OCTUBRE. Del 2012


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