COMENZAMOS EL AÑO PQ.DIVINO SALVADOR

Inicio de un nuevo año, continuamos nuestro plan pastoral que no es otro que vivir cada día con más intensidad el encuentro con Jesús y su evangelio y comunícalo, testimoniarlo en todas las actividades pastorales de nuestra parroquia sin perder de vista la ACOGIDA, LA AMISTAD Y EL HACER COMUNIDAD DE FAMILIAS Y DE COMUNIDADES VIVAS Y DINAMICAS.

UN ABRAZO y veamos que a pesar de todo, hay:

RAZONES PARA LA ESPERANZA

Introducción. Todo final de algo, supone el principio de otra realidad. Por eso se nos invita a vivir de forma esperanzada, tanto en los momentos de lucidez, de bonanza, de éxitos y de satisfacción, como en los momentos de fracaso, de soledad, de frustración. La esperanza es el principio por el que nos regimos en la vida cristiana, la seguridad de que en todas las circunstancias nos acompaña el que es capaz de dar razones para la alegría. Abandonarnos en la providencia es activar el principio de confianza acompañada. No estamos solos en esta aventura vital, no nos enfrentamos solos a los retos de día a día, hay una compañía que es capaz de fortalecer nuestra fragilidad. La esperanza constituye nuestra apuesta por la bondad a pesar de las evidencias que nos hablan diariamente de lo mal que está todo, de lo sospechosa que es la realidad.

Frente a la negatividad tenemos dos posibles respuestas. Una la resignación, bajar los brazos y vivir la indefensión aprendida, de quien no combate, de quien no lucha, de quien vive derrotado. O por el contrario vivir con la firmeza, la constancia y la fidelidad, de que los proyectos que nos ocupan se van a ir realizando con satisfacción. Y no porque salgan como a nosotros nos gustaría, sino porque aprendemos a acoger lo voluntad de Dios que se expresa en medio de lo que vivimos.

“De esto estoy seguro, que el que comenzó en vosotros una obra buena, la llevará a término hasta el día del Mesías Jesús.” Flp 1,6.

Hay muchas personas que expresan su decepción, su desajuste entre lo que esperaban vivir y lo que en realidad viven. Y eso genera mucha rabia, malhumor, y frustración a la que se suele hacer responsable a la gente que tenemos más cerca. Una cosa es la imaginación, la fantasía, la idealización de los proyectos que encabezamos y otra muy diferente es la realidad, lo que ocurre, lo que sentimos, lo que aprendemos en lo que cada día ocurre. Ese amar lo real, ese caminar en el asombro y en la novedad de las cosas sencillas es lo que vamos ganado en la mirada creyente y contemplativa de la realidad.

Lo que Dios nos dice. “Por eso os digo que no andéis angustiados por la comida y la bebida para conservar la vida o por el vestido para cubrir el cuerpo. ¿No vale más la vida que el alimento?, ¿el cuerpo más que el vestido? Fijaos en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni recogen en graneros, y, sin embargo, vuestro Padre del cielo las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? ¿Quién de vosotros puede, por mucho que se inquiete, prolongar un poco su vida? ¿Por qué os angustiáis por el vestido? Mirad cómo crecen los lirios silvestres, sin trabajar ni hilar. Os aseguro que ni Salomón, con todo su fasto, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy crece y mañana la echan al horno, Dios la viste así, ¿no os vestirá mejor a vosotros, hombres de poca fe? En conclusión, no os angustiéis pensando: ¿qué comeremos?, ¿qué beberemos?, ¿con qué nos vestiremos? Todo eso buscan ansiosamente los paganos. Pero vuestro Padre del cielo sabe que tenéis necesidad de todo aquello. Buscad, ante todo el reinado de Dios y su justicia, y lo demás os lo darán por añadidura. Así pues, no os preocupéis del mañana, que el mañana se ocupará de sí. A cada día le basta su problema.” Mt 6,25-34.

Hay una forma de vivir el evangelio que deja la preocupación, la angustia, el agobio, y acoge la vida con sus aristas, con sus rugosidades sin querer pulirla y suavizarla. Es maestro de vida espiritual el que conociendo la luz y la tiniebla es capaz de bendecirla, de adorarla, de agradecerla. Hay una oración que siempre me ha conectado con lo importante y lo esencial, y me recuerda que hay mucho de relativo y de innecesario. La transcribo porque no tiene desperdicio:

“Adora y confía”

“No te inquietes por las dificultades de la vida, por sus altibajos, por sus decepciones, por su porvenir más o menos sombrío. Quiere lo que Dios quiere. Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades el sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo, acepta los designios de su providencia. Poco importa que te consideres un frustrado si Dios te considera plenamente realizado, a su gusto.

Piérdete confiado ciegamente en ese Dios que te quiere para sí. Y que llegará hasta ti, aunque jamás lo veas. Piensa que estás en sus manos, tanto más fuertemente cogido, cuanto más decaído y triste te encuentres. Vive feliz. Te lo suplico. Vive en paz. Que nada te altere. Que nada sea capaz de quitarte tu paz. Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales. Haz que brote, y conserva siempre sobre tu rostro, una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor continuamente te dirige. Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada, como fuente de energía y criterio de verdad, todo aquello que te llene de la paz de Dios. Recuerda: cuanto te deprima e inquiete es falso. Te lo aseguro en el nombre de las leyes de la vida y de las promesas de Dios. Por eso, cuando te sientas apesadumbrado, triste, adora y confía.” Teilhard de Chardin sj.

Cómo podemos vivirlo. Querer lo que Dios quiere, abrirnos a su voluntad, reconocer que la vida nos lleva por donde nosotros no queremos ir, pero que esos caminos son mucho mejores que los nuestros. Con el paso de los años yo siento que es verdad que los caminos trazados en compañía siempre son más sorprendentes y más llenos de luz que mis propios caprichos, y mis cálculos y previsiones.

“Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos oráculo del Señor. Como el cielo está por encima de la tierra, mis caminos están por encima de los vuestros y mis planes de vuestros planes. Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé semilla al sembrador y pan para comer, así será mi Palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo.” Is 55,


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