GRAIAS A MAR DEL EQUIPO BIBLICO DE LA PARROQUIA.
CONVERSIÓN A LA GRATITUD.
Introducción. Estamos en la semana que comienza la cuaresma, es un tiempo de oportunidad, de volver a empezar. Nuestr0 caminar en la fe se caracteriza por nuestros aciertos, nuestros errores, pero siempre acompañados por la fidelidad de Jesús que saca lo mejor de nosotros. Pero al inicio de este tiempo se nos invita a pensar en qué aspectos de nuestra vida podemos colaborar con el Señor para parecernos cada vez más a Él. Y creo que acierto si la propuesta para esta semana es pasar de la queja, de la negación, de la huida, de las circunstancias negativas que nos rodean, y empezar a vivir esperanzados y confiados sabiendo que es en el presente donde se produce el verdadero encuentro con Dios. Todos los relatos del evangelio donde se nos narra un encuentro de Jesús salvador con las diferentes personas, se dan en medio de las circunstancias que ellos viven. El diálogo salvador con la mujer se Samaría se da al lado del pozo a la que ella acudía, diariamente, a por el agua. El encuentro con Zaqueo, en medio de una calle de Jericó, con Mateo se citan en la mesa donde recaudaba impuestos. Con cada uno de nosotros, en lo que vivimos cada día, nuestros trabajos, nuestras familias, nuestros lugares compartidos entre familia, comunidad, y compañeros de trabajo o de estudio. Esas circunstancias que por cotidianas, y por repetidas, nos parecen poco interesantes, son el lugar inequívoco de la posibilidad del encuentro con Jesús.
Nuestras idealizaciones, nuestras fantasías nos llevan a pensar que si cambiaran nuestras circunstancias todo sería diferente y mejor. Con otro trabajo, con otra edad, con otras capacidades, con otra personalidad, todo sería más fácil. Y en la queja y en la decepción no descubrimos lo privilegiados que somos.
Lo que Dios nos dice. “Pues bien, para que no me envanezca, me han clavado en las carnes un aguijón, un emisario de Satanás que me abofetea. A causa de ello rogué tres veces al Señor que lo apartara de mí. Y me contestó: ¡te basta mi gracia!; la fuerza se realiza en la debilidad. Así que muy a gusto presumiré de mis debilidades, para que se aloje en mí el poder del Mesías. Por eso estoy contento con las debilidades, insolencias, necesidades, persecuciones y angustias por el Mesías. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” 2 Cor 12,7-10.
Nos basta reconocer lo acompañados que estamos en nuestra realidad para transformar lo que es queja, lo que negamos y rechazamos, en las mejores condiciones para que con acogida y con agradecimiento podamos experimentar de forma diaria nuestra salvación. Agradecer desde lo profundo del corazón quienes somos, con todas nuestras luces y nuestras sombras, porque es a nosotros a quien se acerca el Señor. No busca de nosotros unos personajes ideales, unos ángeles celestiales carentes de debilidad. La humanidad que nos
constituye es la ideal para llevar a cabo la obra de nuestra salvación.
“Doy gracias a Cristo Jesús Señor nuestro, el cual siendo yo antes blasfemo, perseguidor e insolente, me fortaleció, se fio de mí y me tomó a su servicio; me tuvo compasión porque yo lo hacía por ignorancia y falta de fe. El Señor nuestro me dio gracia abundante, con la fe y el amor de Cristo Jesús. Este mensaje es de fiar y digno de ser aceptado sin reservas: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Por esto Cristo Jesús me tuvo compasión, para empezar conmigo a mostrar toda su paciencia, dando un ejemplo a los que habrían de creer y conseguir vida eterna”. 1Tim 1,12-16.
Integrar en nuestra vida nuestro presente, reconciliarnos con nuestra historia, es uno de los primeros beneficios de la fe. Es necesario dedicar tiempo a situar todo lo vivido y convertirlo en una historia de salvación. Y la clave está en dejar de vivir centrados en nosotros mismos, para descubrir cómo el Señor nos impulsa y nos envía a salir de nosotros mismos, y enviarnos a ayudar a las necesidades de los demás.
“Porque el amor del Mesías nos apremia al pensar que, si uno murió por todos, todos murieron. Y murió por todos para que los que viven no vivan para sí, sino para quien por ellos murió y resucitó. De modo que nosotros en adelante a nadie consideremos con criterios humanos; y si un tiempo consideramos al Mesías con criterios humanos, ahora ya no lo hacemos. Si uno es cristiano, es criatura nueva. Lo antiguo pasó, ha llegado lo nuevo. Y todo es obra de Dios, que nos reconcilió consigo por medio del Mesías y nos encomendó el ministerio de la reconciliación. Es decir, Dios estaba, por medio del Mesías, reconciliando el mundo consigo, no apuntándole los delitos, y nos confió el mensaje de la reconciliación. Somos embajadores del Mesías y es como si Dios hablase por nosotros. Por el Mesías os suplicamos: Dejaos reconciliar con Dios.” 2 Cor 5,14-20.
No mirar la realidad con criterios humanos, sino mirarla con ojos de la fe, en la que descubrimos lo mejor que esconde cada vida que nos rodea. No somos rivales, no somos enemigos, nos somos competidores. Somos hermanos que en el camino de la vida nos ha puesto en la vida de los demás para poder desarrollar los talentos y las capacidades que nos han sido dadas.
Cómo podemos vivirlo. Una confianza arraigada en el cuidado providente de nuestro Dios es lo que garantiza la alegría en medio de nuestros días. No somos seres solitarios arrojados a vagar en medio de una existencia incierta. Tenemos un camino claro, que recorremos a base de etapas diarias, en las que un paso determina el posterior. Las decisiones de hoy, nos posibilitan las de mañana. No vivimos obsesionados por llegar a una meta, que sabemos que es una promesa de dicha y de plenitud. En el recorrido de cada día experimentamos motivos suficientes para la alegría. Disfrutando del camino somos llevados de la mano a la plenitud de una vida abierta y compartida con los hermanos que Dios asocia a nuestra vida. Feliz Cuaresma marcada por la gracia.