Cuento de Navidad del año 2011.
LA MULA Y EL BUEY.
Luis Munilla, sds
www.salvatorianos.org.ve
P
ues resulta, que la mula y el buey, decidieron participar este año en algún Nacimiento diferente, bonito, y sobre todo donde la gente viviera el hecho de Navidad con gran fe.
Es por ello que se vinieron a Caracas para escoger el sitio más apropiado. Llegaron a primeros de diciembre. Caminaron bastante por la ciudad y llegó un momento en que estaban bien cansados. En primer lugar había unas colas de carros a las que no estaban acostumbrados, además los motorizados les pasaban por la derecha y por la izquierda y estaban aterrorizados, tanto es así que en algunos momentos saltaron la barrera de la autopista y caminaron por la orilla del Guaire. Además algunos motorizados les gritaban: ¡ustedes, mula y buey, no tienen derecho a transitar por la autopista; nosotros sí!
Varios días tuvieron que dormir debajo de un puente muy cerca de la Carlota, pues había unas colas y embotellamientos, que era imposible dar ni un solo paso. Un motorizado con acento belga, muy amable por cierto, pues también los hay, les explicó que estaban vendiendo neveras y artefactos de línea blanca, para que todos fueran a votar. No entendieron nada y siguieron descansando por unos días.
Por otra parte, como no veían muchos adornos de Navidad, ni luces ni nada, la mula le preguntó al buey: ¿no crees, hermano, que nos habremos equivocado de mes, pues en Caracas no se ve mucho ambiente de Navidad?
-¡No, hermana mula, ten paciencia que ya encontraremos el Nacimiento apropiado!
Y siguieron caminando por los diversos barrios de Caracas; en algunos Centros Comerciales sí vieron lucecitas que anunciaban la Navidad, en incluso grandes Nacimientos, pero decidieron no instalarse en ninguno de ellos. También en algún barrio, algunas juntas comunales habían conseguido plata para poner luces y adornar algunas calles, pero no eran muchas, así que siguieron caminando día y noche.
Resulta que el día sábado, 17 diciembre, pasaron por Chuao. Ya eran como las 10 o las 11 de la noche y en cierto lugar estaban cantando villancicos y aguinaldos a pleno pulmón, con guitarras, cuatros, acordeón y charracas… y se quedaron escuchando. Se sentaron en las escaleras de la casa parroquial, pues era del patio de la casa parroquial de dónde provenía semejante alegre música. Una vez que descansaron un poco, la mula tocó el timbre de la casa parroquial y, naturalmente, con el bullicio nadie lo escuchó. Por eso salió la contestadora que decía: «la misa del gallo de Nochebuena la de Año Nuevo del 31 serán celebradas a las ocho de la noche». Así varias veces. Pero como las mulas tienen fama de ser muy tercas, siguió tocando hasta que la voz del padre Luis le respondió desde dentro preguntando: buenas noches ¿quién es?
-Al otro lado del intercomunicador se escuchó: ¡somos la mula y el buey!
-El padre Luis creyendo que era una broma respondió: ¡sí, buenas noches. Y yo soy San Francisco de Asís, pasen, pues!
Boquiabiertos se quedaron la mula y el buey con la alegría que allá reinaba, el montón de gente a pesar de estar medio lluvioso y la música tan alegre y afinada. Naturalmente que preguntaron: ¿a qué se debe esta fiesta?
-Somos integrantes de varios grupos de la parroquia y estamos celebrando la Navidad. Además estamos celebrando 50 años de la existencia de la parroquia. Y 10 años de la creación de los laicos Salvatorianos.
– Lo de la Navidad lo entendemos, y lo de los 50 años también, pero eso de los laicos Salvatorianos no nos suena de nada, pero como la cosa está tan alegre, ¿nosotros también podemos ser «laicos Salvatorianos”?
-Muy desconcertado se quedó el responsable de ese grupo y no acertaba a explicarse. Al fin les dijo más o menos, que los laicos Salvatorianos son católicos comprometidos para hacer apostolado en comunidad y anunciar al Divino Salvador, es decir al niño Jesús que nació en la Navidad.
El buey se quedó satisfecho con la respuesta y la mula no tanto, pero como una de las señoras, como siempre tan serviciales, se acercó con comida, se olvidaron de toda filosofía y demás preguntas y se dedicaron a comer. Una vez satisfechos y antes de ponerse a dormir en alguna esquina del jardín preguntaron: ¿Y en esta Iglesia también se prepara algún nacimiento todos los años?
-¡Qué cosas tienen ustedes, naturalmente que todos los años se prepara un Nacimiento y cada año más hermoso!
-Pues queremos verlo ¿podemos ir ahora?
– No ahora imposible, la Iglesia está cerrada a estas horas. Lo mejor es que vayan mañana domingo a la misa de 11 de la mañana, que es la misa de los niños, y allá podrán ver el Nacimiento.
A las 10 de la mañana en punto ya estaban en la mula y el buey sentados en los primeros bancos de la Iglesia, esperando para la misa de 11. Se quedaron admirados de cómo los niños llegaban tan temprano para ensayar aguinaldos y cantar después en la misa. Igualmente abrieron unos ojos como platos mirando la pantalla de las canciones, cosa que no habían visto en Belén cuando nació Jesús por primera vez.
En resumen, y por no alargar la historia: participaron con todos en la misa, se sintieron muy felices, y después de cantar el Santo, se fueron hacia el portal de Belén, y allí se colocaron para prepararse a la fiesta de Navidad.
Una vez acomodados, la mula le hizo señas al buey, y como todavía no había terminado la misa, en silencio le picó un ojo, como diciéndole al buey: ¡tenías razón hermano. Al fin hemos encontrado el sitio adecuado para este año. Aquí nos han tratado bien! ¿No crees?
Y el buey, con un galicismo, propio de los animales vacunos, respondió: ¡Muuuuuuuuuuuuuuuuuuuy bien!
Al acabar la misa de niños, todos ellos pasaron corriendo por la sacristía a pedir caramelos, como siempre, y hubo varios niños de cinco o de seis años, que pidieron al encargado de los caramelos: «tres caramelos». Uno para mí, otro para la mula, y otro para el buey.