El dolor por el dolor

Acercarnos al sufrimiento de nuestros hermanos y ser sensibles ante el dolor, le lleva a mi gran amiga Lourdes a regalarnos esta reflexión. Dios la bendiga y a nosotros nos haga ser más sensibles y solidarios con los que sufren. Buena Cuaresma.

El dolor por el dolor

Converso con mi amado sobre una tristeza que hoy me ronda. No logramos nombrar su origen. Conversamos sobre las tantas bendiciones que el amor nos ha concedido como personas y como pareja. Hacemos inventario sobre el camino recorrido y sólo encontramos razones para celebrar.

Cuando me confronta con que no debo estar triste y me habla de los que de verdad están sufriendo, mi corazón salta y me deja saber que de eso precisamente se trata. Mi corazón y yo no podemos estar tranquilos ante la angustia que asfixia nuestra era.

Ayer vi de lejos como una madre golpeaba a su hijo de unos ocho años y luego le gritaba una ráfaga de cosas que yo no alcancé a escuchar, pero el niño sí. Mientras se sobaba la espalda donde la madre le dio el puño, la miraba cabizbajo. Yo estaba atorada en un serví carro de un restaurante de comida rápida y cuando alcancé a salir de la fila ya se habían ido. Me quedé con el dolor y sólo pude darme unos minutos para procesarlo y encomendar a ese niño que en unos años quién sabe si estará golpeando a otro o quizás golpeándose a él mismo.

Siento unas ansias profundas de llorar interminablemente. Una impotencia ante los cientos, miles, millones de seres que viven situaciones que les limitan alcanzar su plenitud. Sonreír serenamente, abrazar. Los que ahora en este instante sienten hambre, viven en situaciones de guerra, violencia, opresión.

También me duelen las soledades de los que no sienten el amor de manera cercana. Me duelen las incomprensiones de los que no son comprendidos por aquellos a los que han mostrado fidelidad. Me duele el dolor de los que trabajan hasta el amanecer en los campos de cultivos, por pagas míseras o sin pagas. El dolor los que los siembran y el dolor de los que les acompañan a no perder las esperanzas. Aquellos que no tienen la oportunidad de ganarse el sustento con dignidad. El dolor de los que defienden la trata de seres humanos. Los misioneros que a caballo o a pie, con luz o sin ella no claudican al lado de los que los han acogido como familia.

Hoy me duele el dolor de extrañar a los muchos compañeros de caravana que no están cerca. A los que están en otras tierras aunque en espíritu me acompañan. Los que desde el cielo están cercanos y me cuesta leer los mensajes que me envían. Los de aquí y más allá que sé comparten mi mesa, aunque a veces no alcanzan a comer de tanto trabajar para que otros tengan el pan.

Siguiendo el consejo de un jesuita amigo, elijo dejar a Dios ser Dios y me pongo ante Él para que si de algo sirve este dolor, lo transforme en más amor. Y mientras, en esta tarde húmeda, con mi corazón en posición fetal, escojo hacerme una con el dolor de todos los que sufren, colocar mis lágrimas junto con mi felicidad entre ellos para que su esperanza acreciente la mía.

Lourdes Ortiz
4 marzo 2011


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *