Guatemala-Suiza quasi non-stop

GUATEMALA-SUIZA QUASI NON-STOP

F. Antoñanzas (7-10-10)

Desde el mirador de la catedral sólida y de rojiza arenisca de Basilea, contemplo el Rhin desfilando marcial por su cauce perfectamente enmarcado por las escolleras y atravesado por numerosos puentes. A lo lejos se ven las chimeneas blancas de una de las industrias farmacéuticas orgullo del lugar. La tarde cae poco a poco tras un soleado día de principios de otoño. Las hojas de los castaños acompañan a los frutos maduros en su viaje hasta el suelo o incluso hasta el agua del caudaloso río, bajo el terraplén. Jardines inmaculados y paseos por doquier invitan al visitante a un rato de descanso. Hay grupos de japoneses desgastando sus nuevas maquinas de fotos y riendo animadamente. Los niños juegan a pillarse entre los arbotantes del ábside de la iglesia sin apenas levantar sus vocecillas. Algunos jóvenes leen esparcidos por el césped.

Me siento en un banco cercano y mis pensamientos me llevan lejos en el espacio y cerca en el tiempo. Tan solo hace hoy un mes que regresaba de Guatemala. Esta vez, los recuerdos me invaden por contraposición, otras veces lo han hecho por evocación de unas caras, de una comida, de unas palabras, de unas situaciones,…Estos días, en cualquier sitio me asaltan y yo me dejo invadir fácilmente, con regusto por el disfrute de la experiencia vivida.

Cualquiera de los suizos que me rodea, en promedio, dispondrá de unos ingresos anuales de 40.000 dólares, incluidos los niños juguetones; en Guatemala, apenas llegan a los 2.000 y por las aldeas de San Marcos, donde estuve, muchas familias estarían contentas si pasaran de los 300. La fábrica que se divisa a lo lejos ingresa por ventas más de lo que Guatemala produce en todo un año, para eso se trata de la segunda industria farmacéutica del mundo. La alimentación de cualquiera de los pequeños de mi alrededor consume más leche al año que lo que muchos paisanos de las aldeas toman en toda su vida. Las obras de encauzamiento del Rhin mantienen a la ciudad protegida de las crecidas por los deshielos de los próximos Alpes, más que cualquier obra pública de las vistas por allí, casi todas a medio terminar y con unos coeficientes de seguridad más bien escasos. Hay más metros de puentes en esta sola ciudad que en todo el Departamento de San Marcos juntos.

No he visto a lo largo del paseo ni una bolsa de golosinas tirada por el suelo; posiblemente, en una sola aldea haya más papelillos y plásticos deambulando al son del viento que en toda Suiza. El edificio donde he asistido a la convención seguramente disponga de más cuartos de baño que el conjunto de las aldeas del altiplano de San Marcos. El centro internacional de transacciones bancarias situado junto al hotel mueve más dinero en un día que todo el país de Guatemala en un año. El coste de una cena para 10 personas en el restaurante del siglo XVIII, donde hemos comido, bastaría para comprar los materiales de construcción para una de las casas de los proyectos, que hace tan solo un mes hemos gestionado. Con los relojes expuestos en un comercio cercano se podrían comprar todas las casas de una de las aldeas; con los Ferraris y Mercedes aparcados junto a la catedral se podrían adquirir carros para varias aldeas… Y así seguiría durante más paginas aburriendo al lector con estas comparaciones, que aunque sabidas de antiguo, a mí, hoy, me han propinado un aldabonazo.

El sol seguía su ruta descendente mientras yo me sorprendía sonriendo inconscientemente, recreando las caras de los niños que tanto disfrutaron durante el juego infantil que preparamos en la parroquia, las de las familias agradecidas que nos mostraban su casita de dos cuartos recién estrenada, las de quienes esperanzados nos solicitaban una ayudita para mejorar su cocina o retejar con lámina sus perforados tejados, la de Flor cuando reía al ver nuestra torpeza preparando las tortillas a mano, la de Humberto mostrándonos orgulloso su modesto dispensario y sus contribuciones a la sanidad local, la de Miguel acompañando a su padre inválido a tomar el sol entre tormenta y tormenta, la de Marta saltando entre charco y charco visitando juntos a las familias, las de Bibi y Rafael felices de ver crecer a su hijito recuperado de la enfermedad, la risueña cara de Berta portando en la sábana a Vanesa en nuestra ascensión al Tajumulco, por encima de los cuatro mil metros, nuestros rostros llorosos degustando las comidas en ahumadas cocinas donde éramos invitados con cariño, los de los hermanos salvatorianos que nos abrieron las puertas de su humilde residencia y nos acogieron como miembros de su gran familia, los de los cooperantes volcándonos en nuestras tareas y evaluado las actividades del día a cubierto de la incesante lluvia en la cocina comunitaria, nuestros ojos entornados cuando cada mañana hacíamos la oración y tomábamos fuerzas para el día, las jaspeadas caras de los improvisados pintores aprendiendo su oficio para embellecer su nueva iglesia, las de esos compatriotas religiosos que visitamos en diferentes conventos, reductos de paz, higiene, amor, alegría y servicio para con los moradores de un entorno tan difícil, los agotados, asustados y tristes semblantes de los migrantes a quienes atendimos y escuchamos durante una semana en Tecum, desde donde intentarían cruzar un río caudaloso para adentrarse en México y luego pasar a EEUU buscando una vida mejor, los de… quizás todos esos sean los rostros de Jesús.

El caso es que también me encuentro bien en Suiza. Disfruto viendo pasar los silenciosos tranvías, al igual que las ruidosas y contaminantes camionetas abarrotadas de gente; gocé viendo los gallos y pavos picoteando por las veredas y ahora contemplo los escaparates coronados de Rolex y Cartier; me extasiaba oler el suave perfume del maizal al despertar el día y ahora también me subliman las fragancias de afamados perfumistas en los coquetos comercios.

¡Debo de ser un poco raro!

Exeriencia contada por Francisco Antoñanzas. Del Grupo Misionero de Amsala.
Un grupo de 4 personas de Logroño han estado este año en Agosto visitándo y realizando algunas actividades en las visitas a familias que muestrán su realidad.
Un aldabonazo para la reflexión y para poder vivir de una manera más solidaria, más justa y más fraterna.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *