JMJ. Fruto espiritual
No hay duda, como dice Miguel, en Hispanidad, los frutos espirituales… se perciben, y seguro que los hay y los habrá, aunque las mediciones que tenemos los humanos no son las acertadas frente al toque de corazón y de mente que tiene Dios, para ir sembrando las semillas del reino en una sociedad que quiere sembrar piedras, escombros y basura en todo lo que la Iglesia, con y a pesar de sus miserias sigue haciendo y sembrando. Es una voz seria frente a tanta agresión a la vida, a la juventud desorientada y manipulada por los medios y cuatro caciques al servicio del imperio.
Sean valientes, no tengan miedo, serán el futuro de una sociedad nueva si al que siguen es a Jesucristo, amigo, cercano, fuerza, luz y esperanza que da sentido profundo a la vida.
Las semillas están echadas… ahora hay que seguir cultivando el ambiente, la acogida y la solidaridad que necesitan estos jovenes, para que no se queden a las puertas de la iglesias- de las sambleas, de las comunidades, sino que se les sepa acompañan en estas decisiones valientes y sentidas.
Un abrazo Chema sds
Gracias >Miguel por tu articulo.
Para quienes todo lo valoran bajo el prisma de lo material y tangible y no admiten otro baremo que los resultados y la eficacia, una vez más habrá que concluir que las cosas de Dios no son -ni mucho menos- como las vemos los humanos.
En los días de JMJ en España han proliferado las cifras millonarias que el evento habría de tener para las arcas estatales o para la maltrecha economía española. Los principales medios se implicaron en discusión o visión contradictoria de la realidad, predominando, al final, que el haber sería muy superior a los gastos, como así ha sido.
Poco o nada se habló de los frutos espirituales del evento. Y es que esto escapa a todo cálculo y previsión humanos. Un detalle significativo de lo dicho: De los 200.000 jóvenes, que el día 22 se reunieron en la Cibeles -la mayor parte de ellos, del Camino catecumenal- ¡gloria a Dios!- y a sus impulsores españoles Kiko y Carmen, unos 7.000 dieron el paso al frente, para ofrecerse personalmente como sacerdotes, misioneros o consagradas, para evangelizar Europa y Asia.
Sólo por este visible resultado espiritual mereció la pena la celebración de la JMJ 2011, sin poder vislumbrar lo que Dios ha obrado en el alma de millones de seguidores.
Miguel Rivilla San Martín