Padres adoptivos

Todos somos padres adoptivos

Todos los padres, todos, si queremos lucir la credencial de la auténtica paternidad
-y la parentalidad que debe llevar anexa-
hemos de pasar la prueba de la adopción filial.
Y esta es mi indicación terapéutica…, quizá un compendio de todas las anteriores.
José Luis Martín Descalzo, sacerdote y agudo periodista, autor de «Razones para amar», decía que
«en nuestro mundo hay muchos progenitores y no demasiados padres».
Otro autor, Michael Levine, comentaba con sorna, que
«tener hijos no convierte a uno en padre, así como, tener un piano no le convierte a uno en pianista».
En rigor sólo hay padres adoptivos.
Todo padre y madre, para sentirse verdaderamente como tales, han de adoptar a sus hijos.
También Schiller lo anunciaba en uno de sus dramas románticos:
«No es la carne y la sangre, sino el corazón, lo que nos hace padres e hijos».

Y no hace mucho el autor de un libro de educación dedicaba irónicamente su obra: «A quienes se creen que son padres por el mero hecho de haber traído hijos al mundo». Así pues, somos padres e hijos en la medida en que amamos. La paternidad y la filiación no surgen de la casualidad, sino de la libre elección de un amor constantemente confirmado. En este sentido, es bien cierto que todos los padres somos padres adoptivos. Y los verdaderos padres saben que nunca se termina de engendrar lo ya engendrado. Apliquémonos entonces en ser padres responsables, especialmente en circunstancias difíciles de nuestra vida, como son la separación y el divorcio. Aquí es donde se pone a prueba nuestra capacidad para ejercer la verdadera paternidad y parentalidad. De esta manera podremos acreditar ante el mundo nuestro fuerte deseo de no divorciarnos de nuestros hijos. Que haya suerte, amigo o amiga.


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